Como varios
autores han descripto, la escuela es la cuna de las sociedades. Es donde se
inculcan las nociones básicas para vivir en sociedad, las que van más allá de
las puertas de cada hogar. Se nos enseña a ser puntuales, a no faltar a
nuestras obligaciones, a formar filas y saludar, a cumplir lo que se nos
asigna. Pero ¿Qué hay detrás de todo esto? El aparato que hace que vayamos
diariamente a encerrarnos 5, 6 horas, para repetir lo que nos dicen, casi como
autómatas, no está solo ni es inocente. Existe un propósito político para que
la escuela sea como es, y para que, luego de varios siglos y del avance de la
sociedad, sea una de las pocas instituciones que no ha cambiado.
Casi desde
que existe el ser humano, las diferentes tribus han ejercido la dominación sobre
otras, y al avanzar los tiempos, han sido sociedades, instituciones, países,
continentes los que se han encargado de continuar esa dominación. Dentro de
cada una de estas naciones las diferentes clases ponen distancia de otras por
medio del poder. Está naturalizado el hecho de ver ricos y pobres, dominador y
dominado, patrón y trabajador. Es corriente en la creencia popular que “los
pobres siempre existieron y siempre va a ser así”. Pero ¿Es verdad? ¿De qué
depende que unos estén sobre otros? Irremediablemente la respuesta va a apuntar
a la escuela. La escuela, que es el lugar físico del sistema educativo, que a
su vez responde a un sistema político excluyente y salvaje: el capitalismo. En
ella, pasando por directivos, docentes y alumnos, están todos a la merced de un
sistema que procura hacernos individualistas y obedientes. Tomemos por ejemplo
el caso de acción-consecuencia: cuando te dan una orden a cumplir (puede ser
una tarea escolar) tenés dos opciones, concretarla o no. Si la concretas, la
consecuencia va a ser positiva (una nota numérica alta), y si no la concretas
va a ser negativa (una sanción). Esta es una forma de disciplinar, de lograr
que seamos obedientes (al capitalismo le sirve para incrementar la utilidad de
las personas). Tomemos otro ejemplo, la represión de las acciones. No hablar en
voz alta, no ir al baño en clase, no comer, no tener prendido el celular, no
estar en las aulas en los recreos, no estar fuera en las horas de clase, no
sentarse de cualquier forma. Los que no lo cumplen son los primeros excluidos,
la próxima mano de obra barata y descartable, mientras en resto sigue en el
camino de intentar “ser alguien”. Desde pequeños nos enseñan todas esas cosas,
y se encargan de corregirnos si las hacemos mal. La justificación es que son
necesarias para lograr el orden social, lo cual en parte es cierto, porque
sería sumamente difícil convivir si todos hiciéramos lo que se nos da la gana.
Sin embargo, hay represiones que van más allá de una “convivencia”. Responden a
un sistema que quiere sumisos, gente que no piense ni cuestione lo establecido,
que sólo se autoregule y no genere problemas. Sería un enorme inconveniente para
la clase hegemónica que la gente se liberara un poco de ese stress y de esa
angustia del “qué dirán” si no se actúa según lo establecido.
La clase
hegemónica no sólo se vale de la escuela para lograr mantenerse como tal. Tiene
además como métodos de control el arte, la filosofía, la iglesia y los medios
de comunicación. Son las formas pasivas de hacerle creer a la gente que así son
las cosas y que son para bien. El capitalismo da libertad, el libre comercio es
positivo para la nación, hay que esforzarse para llegar a ascender, el dinero
te da felicidad, comprar cosas te permite ser superior, etc. Y estas ideas son
engullidas como pan caliente, porque es lo que nos mostraron como cierto. Nunca
nos dijeron que teníamos que cuestionar la autoridad o tener un pensamiento
crítico acerca de lo que nos muestran. Es más fácil dar pan y circo que
reprimir con la policía, las leyes o la justicia, porque estas últimas generan
rebelión. Son sus pequeñas y solapadas acciones las que les permiten seguir
llevando las riendas y al mismo tiempo tener la osadía de hacernos creer que
somos libres de elegir nuestro futuro.
Pero todo
esto tiene fecha de vencimiento. Lo interesante se da cuando un grupo de
personas se plantea el dar vuelta este escenario cotidiano. Darse cuenta que
nada es inocente en el pasar de una sociedad es el primer paso para poder
cambiarla. Según Gramsci, desde el partido Revolucionario se organizan los
intelectuales para planear la contra-hegemonía. Cuando la hegemonía dominante
entra en crisis, hay otra lista para reemplazarla. Para Marx sería la dictadura
del proletariado, por ejemplo.
El poder no
debería servir para someter sino para organizar. A mi criterio, el cambio de
manos el poder debería llevar a un cambio del sistema, porque el actual no
permite la verdadera emancipación humana, ni individual ni grupal. Y la mejor
manera de evitar la dominación de una persona sobre otra, es igualarlas en
oportunidades y libertad, y para ello es necesario cambiar la escuela, la
sociedad, el Estado.
“El
comunismo no priva al hombre de la libertad de apropiarse del fruto de su
trabajo, lo único de lo que lo priva es de la libertad de esclavizar a otros
por medio de tales apropiaciones.” Marx
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