lunes, 30 de julio de 2012

Trabajo infantil: la infancia hecha añicos

Es doloroso pensar que en pleno siglo XXI haya niños trabajando. Los países más ricos no lo ven diariamente, pero consumen productos de países más pobres en los cuales la única salida de algunas personas para poder subsistir es mandar a sus hijos a trabajar.
La pérdida de la infancia en todas sus formas: traumas físicos, problemas psicológicos, accidentes, abusos, maltratos e incapacidad de recibir una educación básica son algunas de las cosas que conlleva este tipo de explotación con los más indefensos. Si bien es algo que desde lugares individuales es difícil cambiar, me parece apropiado hablar de esto para que en diferentes lugares del mundo se puedan tomar medidas de manera masiva. 
La Organización  Internacional del Trabajo define al trabajo infantil como el “ejercicio de cualquier actividad económica de producción que afecte su desarrollo personal o el disfrute de sus derechos.”  Alerta que las principales actividades para los cuales se los utiliza son:
-reclutas para las guerras
-explotación minera
-trabajos en el servicio doméstico
-venta ambulante de cosas en las calles
-mendicidad
-prostitución
-pornografía
-agricultura (incluso manipulando pesticidas)

Cifras de la misma organización revelan que más 300.000 menores de edad están siendo víctimas de este tipo de abusos.
El mundo no es color de rosa como suelen mostrar algunos medios. Esto tiene de fondo muchos problemas sociales a escala global que tienen entre tantas consecuencias la explotación a los menores. Los llamados “avances” tecnológicos no deben cegarnos los no avances a nivel social. La pobreza, el hambre, la esclavitud, mucha gente en el mundo que no tiene ni agua ni comida se ve envuelta en este tipo de circunstancias. Las grandes marcas y empresas multinacionales abaratan costos empleando mano de obra infantil. ¿Y que hacer entonces? Pues como ciudadanos intentar estar atentos a cualquier movimiento sospechoso, denunciar a los adultos que cometan este crimen, fijarse dos veces de donde viene lo que consumimos, pensar si el precio bajo se debe a lo poco que pagan a sus trabajadores, informarse si tal o cual marca cumple con las normas establecidas.
Es difícil, pero por algo se empieza, y mientras los gobiernos no tomen medidas drásticas y efectivas para eliminar no sólo el trabajo infantil sino las condiciones sociales que lo crean, seguiremos viendo miradas tristes que ningún dinero podrá consolar.

Miguel Hernandez refleja esta situación en su poema El niño yuntero

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